¿Cuál será el porvenir de la fiesta de los toros?
La pregunta, inquietante en sí misma, quedaba en el aire de este blog hace un par de semanas. Esta misma tarde comienza la feria madrileña de Valdemorillo, la que levanta el telón de la temporada, y las espadas están en todo lo alto. Nadie sabe cómo responderán las taquillas en las grandes ferias venideras; nadie sabe si crecerá o no el desinterés por el que pregunta la encuesta del Ministerio de Cultura, y lo único que parece claro es que los taurinos esperan como un maná que la pandemia deje paso a la normalidad para seguir haciendo las cosas como antes. Por lo que se atisba en el horizonte taurino, todo sigue igual, no existe una hoja de ruta diferente a la que regía en 2019, como no la hubo a raíz de la gran crisis económica que comenzó en 2008 y tanto dañó infligió a la fiesta de los toros.
A finales de diciembre, el programa ‘Desolladero’ de Movistar Toros se planteaba la misma pregunta: ¿Hacia dónde camina la tauromaquia? ¿Qué hay que cambiar para superar las dos últimas temporadas de larga sequía y que la fiesta vuelva a conectar con la sociedad? ¿Qué esfuerzos deben hacer todos los integrantes del sector para que la tauromaquia no pierda la vitalidad de la que aún disfruta?
Y el debate surgía a partir de una frase que se le atribuye al fallecido ganadero Juan Pedro Domecq: “La tauromaquia tiene lo fundamental, pero le falta todo lo demás”.
Acertado axioma, sin duda. Existe el toro, el torero, el público, la plaza, el espectáculo ancestral, la historia, la emoción, la belleza… Existe lo fundamental.
¿Qué le falta? Unidad, ante todo. Ese es el ‘evangelio’ que la tauromaquia incumple cada día, el origen y la razón de sus males. Si alguna vez desaparece, será a causa de ‘los reinos de taifas’ que la componen y que bloquean el diálogo permanentemente.
Cinco organizaciones ganaderas, una de empresarios, otra de toreros, dos de subalternos y la Fundación Toro de Lidia, y son incapaces de sentarse para hablar del presente y el futuro del pan de todos, porque solo les preocupa el de cada uno. Le falta un libro blanco con datos ciertos y fiables del sector. Nadie sabe a día de hoy el impacto económico de la tauromaquia, ni a cuántos trabajadores mantiene, ni lo que aporta a las arcas públicas. El último estudio data de marzo de 2014, elaborado por Juan Medina, profesor de Teoría Económica de la Universidad de Extremadura.
Le falta sacudirse con energía ese pigmento rancio que la envuelve y que, hasta ahora, le ha impedido adaptarse al tiempo actual. La tauromaquia sigue oliendo a antiguo, y los taurinos conforman un grupo que carece de prestigio social. Persiste la imagen del negociante huidizo, pícaro, oscuro, poco fiable, sospechoso y desconfiado.
Le falta promoción, y para ello es imprescindible dinero. La fiesta de los toros recibe solo vergonzantes migajas de los presupuestos públicos de los distintos gobiernos, y no parece que los taurinos estén dispuestos a rascarse el bolsillo para darla a conocer.
Le falta un modelo de negocio del siglo XXI que sustituya al del XIX, vigente en la mayoría de las ferias.
Le falta un análisis económico que establezca el modo de conjugar la viabilidad del espectáculo con la capacidad económica de los espectadores. La fiesta de los toros no puede seguir siendo un espectáculo para las clases pudientes.
Le falta una atención adecuada a los clientes, olvidados, ignorados y menospreciados por muchas, muchas empresas taurinas.Le falta transparencia, pero de verdad. No se trata solo de saber lo que gana un torero o lo que le cuesta torear a otro. Se trata de abrir las puertas del espectáculo y erradicar de una vez por todas el secretismo reinante y esa permanente sensación de presunto fraude que lo persigue.
Le sobran toros. Aquí lo ha revelado el presidente de la Unión de Criadores de Toros de Lidia (UCTL), Antonio Bañuelos, y no es el único. Existe un peligroso exceso de oferta que tira precios hasta la ridiculez, y perjudica gravemente la crianza y la fortaleza del toro.
Le sobra egoísmo por parte de tantos, y le falta inteligencia y cordura de casi todos.
A la tauromaquia actual le falta compromiso de sus protagonistas; especialmente, de los más célebres, desde los empresarios de plazas de primera, a los ganaderos reclamados por las figuras y los que se visten de luces y gozan del predicamento general.
Ahí está el caso singular de Alejandro Talavante. Hace unos días, la empresa de Las Ventas anunció a bombo y platillo que había cerrado su contratación para San Isidro. Es de esperar que el día que aparezca en la puerta de cuadrillas reciba un abucheo general, que es lo que merece este torero, que se ha escondido indignamente en las plazas españolas durante la pandemia cuando la fiesta más necesitaba el aliento de los suyos.
En fin, a la tauromaquia actual le falta conciencia, generosidad y dos dedos de frente para asumir su realidad y afrontar el futuro con seriedad. ¿El porvenir? Ojalá sea más claro de lo que presagian los nubarrones de la modernidad.
(En las redes ha habido un debate confuso sobre si Plaza 1, la empresa gestora de la plaza de Las Ventas, ha debido pagar o no el canon anual de 2.800.000 euros por los años 2020 y 2021 a la Comunidad de Madrid. La respuesta es no, y así lo confirmaron en su día a este periódico el empresario Rafael García Garrido y el consejero de Presidencia, Enrique López.
El acuerdo sobre la temporada de 2020 fue la exención del pago del canon y la ampliación del contrato que finalizaba en 2021 hasta el 5 de junio de 2022; y sobre 2021, se pactó entre las partes que Plaza 1 recibiera una indemnización de 3.428.313,54 euros por los festejos que no se pudieron celebrar.
La confusión partió de unas declaraciones de García Garrido en las que insistía que sí habían pagado el canon del 2020, aunque después aclaró que no había sido en efectivo; se refería el empresario a que no habían recibido indemnización, lo que, a su juicio, era un pago encubierto por parte de Plaza 1).
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