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martes, 13 de junio de 2023

RECUERDOS DEL "YIYO"

 


elmuletazo.com

Hace casi 38 años que su mirada se nos clava en el alma como el pitón de “Burlero” de Marcos Núñez que acabó con su vida en Colmenar. La faz de José Cubero “Yiyo” representa por si sola la verdad de la fiesta de toros, vida y muerte, grandeza y pena, gloria y eternidad.

El torero sucumbió ante el toro, pero la sombra que le acompañaba sigue viva. El príncipe del toreo sigue siendo fuente de inspiración de los que quieren probar suerte en la difícil profesión de torero y también de los que llegan a considerarse figuras, porque el francés nacido en Burdeos, pero criado en el barrio madrileño de Canillejas, fue uno de los primeros toreros importantes que defendió a capa y espada el honor del que se viste de luces en los despachos.

“Yiyo”, en cuanto pudo, luchó por la independencia y se enfrentó a los empresarios para que el torero recibiera una justa compensación por lo que había demostrado en el ruedo, algo que le hizo enemistarse con algunos promotores de festejos que optaron por dejarlo fuera de las ferias, en contra de los deseos de los aficionados.

Tras una brillante campaña en 1983 y continuar por la senda del triunfo en 1984, la campaña de 1985 era vital para él. Los empresarios de Valencia y Sevilla lo dejaron fuera de las ferias al no aceptar las exigencias del torero, que tuvo que jugársela en Madrid.

Tomás Redondo, apoderado del torero, antes de afrontar las tres corridas que le tenía firmadas en San Isidro, le firmó varias corridas en cosos de provincias. Valladolid, Hellín y Cartagena, donde actuó mano a mano con Pepín Jiménez.

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Los novilleros de moda de principios de los 80, que formaron pareja en muchos de los festejos que se celebraron en la piel de toro, volvían a verse las caras en tierras murcianas, pero esta vez de matadores de toros. El toro, además de darles el lujo de competir entre ellos les había dado una de las mejores bendiciones que puede tener el ser humano, la amistad.

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Se puede decir que “Yiyo” fue de la plena confianza de Jiménez, hasta el punto de acogerlo en su casa de Lorca, de dormir en ella, y que su madre, la recordada Narda, que en paz descanse, lo acogiera como un hijo más.

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José Cubero y Pepín Jiménez sorprendieron en Madrid de novilleros. Por eso se enfrentaron mano a mano en la feria del cincuentenario de la plaza de toros de Las Ventas el 18 de junio 1980 frente a novillos de Joaquín Buendía y Martínez Elizondo. Ese día no se cortaron orejas pero ambos novilleros dejaron la sensación entre el público de estar delante de dos coletudos “distintos”.

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En Murcia ese enfrentamiento en la plaza, y amistad y admiración fuera de ella, se pudo ver también en Águilas, ese mismo año, en una plaza de toros portátil instalada en El Rubial en el que se enfrentaron a novillos de García Martín, en un festejo en el que también participó el rejoneador Joao Moura.

En La Condomina, para la feria de septiembre también estaban anunciados junto a Vicente Ruiz “El Soro”, pero Jiménez no pudo hacer el paseíllo por lesión y lo sustituyó Blau Espadas.

En 1981, antes de que ambos tomaran la alternativa, uno en Burgos y otro en Murcia, todavía coincidieron de novilleros en la Región de Murcia en la plaza de toros de Caravaca de la Cruz, donde lidiaron novillos de Sánchez Fabrés en compañía del colombiano Alberto Mesa Mendoza.

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Esa tarde del sábado 4 de mayo cartagenero del 85, José Cubero “Yiyo” no tuvo uno de sus mejores días, la tarde no pasó a la historia por lo sucedido en la plaza, pero si por ser la última en la que el de Canillejas actuó en la Región de Murcia.

En septiembre estaba anunciado en la primera corrida de toros de la Feria de Murcia junto a Ruiz Miguel y Tomás Campuzano frente a toros de Marqués de Domecq, pero días antes, mientras José María Cano remataba la canción de “Me cuesta tanto olvidarte” que estrenaría al año siguiente, la sombra del genial torero se quedaba huérfana en un pueblo de Madrid. El príncipe del toreo subía al cielo.

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El destino había querido que se cumplieran las palabras que el torero había dejado años atrás en RNE, incluso antes de la muerte de “Paquirri” en Pozoblanco, donde actuó y remató al toro que acabó con la vida de Francisco Rivera:

Me preguntáis en qué momento medito sobre la muerte. La muerte la llevamos en la cara todos los toreros. Algunos la expresan de una forma determinada y yo la expreso con la sinceridad. Me preguntas en qué momento pienso en ella: cuando apago la lamparilla de la mesita de noche; cuando me quedo solo. Pienso que un cuerno me va a arrancar el corazón, pero siempre respondo a la pesadilla con el ¿qué más da? Mejor morir de una cornada que en la M-30”.

El 1 de marzo de 1987, Pepín Jiménez participaría en el festival celebrado en Las Ventas para recaudar fondos para la realización del monumento a «El Yiyo» que hoy en día luce esplendoroso en la explanada de la plaza de toros, en la calle Alcalá. Jiménez ese día dio una vuelta al ruedo tras “torear marcando los tiempos, con naturalidad y finura de estilo”, según la crónica de Joaquín Vidal en El País, que terminó exclamando: “Se le diría de Triana, ¡y es de Lorca!”

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