Las corridas de toros, ante la posibilidad de que una ley las declare Bien de Interés Cultural
El Constitucional decidirá próximamente sobre el recurso del PP a la prohibición de Cataluña
Espectáculo o cultura. Ser o no ser. He ahí la cuestión. El mundo de los toros asiste con enorme interés a un intenso debate que pretende elevar el espectáculo a la categoría de bien cultural. Espera que una nueva ley blinde la fiesta y la aísle de pretensiones abolicionistas; pero no olvida que el proceso será largo, sinuoso, complejo y de imprevisibles consecuencias jurídicas y políticas. Además, sea cual sea el final del proceso abierto, nadie duda de que, por encima de dificultosos acuerdos parlamentarios, la fiesta depende, hoy, más que nunca, de su propia capacidad para recuperar la emoción perdida y la vuelta de miles de aficionados que han huido de las plazas empujados por el aburrimiento y la sospecha de fraude.El escenario actual está plagado de protagonistas: el Tribunal Constitucional deberá decidir sobre el recurso de inconstitucionalidad que presentó el PP contra la prohibición del Parlamento de Cataluña; el Parlamento nacional ha iniciado la tramitación de la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) para la regulación de la fiesta como Bien de Interés Cultural; y el Ministerio de Cultura se dispone a diseñar un Plan Nacional de Fomento y Protección de la Tauromaquia a raíz del documento elaborado por una comisión de expertos, que propone la aprobación de una nueva ley taurina que reconozca la fiesta como parte del patrimonio cultural. También se hacen un hueco los partidos: el PP, a favor de la fiesta; los nacionalistas y la izquierda, en contra, y el PSOE, ni fu ni fa (’los toros están bien como están’); y quedan los taurinos, gratamente sorprendidos ante la intensidad del debate en su papel de testigos mudos e inoperantes, más preocupados por sus intereses particulares que por devolver a la fiesta la pasión olvidada
.Antes de que se atisbe el final de la larga polémica, surgen algunas preguntas: ¿la declaración de BIC será la salvación de la fiesta? ¿Volverán las corridas a Cataluña en el caso de que el TC acepte el recurso del PP? ¿Qué efectos tendría esa ley que proponen los expertos de Cultura?
Se habla hasta la saciedad de blindaje de la fiesta, que nada ni nadie podría prohibirla en el futuro, que las competencias que ahora están en manos de las Comunidades Autónomas volverían al Estado, que fomentaría y protegería la tauromaquia como valor cultural; en cambio, se habla, pero menos, de que se ha iniciado un complejísimo proceso jurídico y político que no garantiza que el debate abierto derive finalmente en una inyección de vida para la fiesta.
La discusión está preñada de buenas intenciones, pero la realidad es implacable. Que los toros sean declarados BIC provocaría una cascada de recursos de inconstitucionalidad por parte de las CCAA; el TC podrá dictar que los toros no están prohibidos en Cataluña, lo que no significa que se vuelva a abrir la Monumental de Barcelona; y Cultura –o quizá, el propio Gobierno– se ha metido en un callejón de difícil salida política con dos proposiciones de ley –la de la ILP y la de la comisión de expertos– sobre un mismo y espinoso asunto.Pero queda lo más importante: al tiempo que jueces, parlamentarios y el Gobierno reflexionan sobre el encaje legislativo de la fiesta, esta sigue adelante con su crisis de identidad, sus achaques y su incardinación en la sociedad española.
¿Interesan o no los toros? ¿La grave situación actual es solo a causa de la crisis económica o, también, porque la fiesta importa cada vez menos, arrastrada por la indiferencia de muchos, el feroz antitaurinismo de unos pocos, toros descastados y enfermizos, toreros acomodaticios y mecánicos y taurinos rancios y arribistas? ¿Importa a alguien la destaurinización reinante en este país?No se olvide que la ILP no la promovieron los profesionales del toreo, sino un pequeño grupo de aficionados de Cataluña, una comunidad donde el toreo es casi una evocación del pasado.
La ILP no nace para actualizar y modernizar la fiesta, sino como un escudo frente a los ataques antitaurinos. Hay quien defiende, incluso, que la prohibición catalana ha servido de catarsis para un sector obsoleto, pero aún está por ver que toreros, empresarios y ganaderos lideren un movimiento que pretenda revolucionar el mundo de los toros y situarlo en el siglo XXI.
¿Alguien conoce alguna propuesta para la temporada que acaba de comenzar? ¿Alguna comisión está estudiando cómo resucitar el toro de lidia, el protagonista agonizante de esta historia? ¿Qué hacen unos y otros para que el público acuda las plazas? Ahí va un botón: en plena crisis económica, el precio de las entradas para la próxima Feria de Abril de Sevilla ha subido una media del 3%
.Eso sí, el maná de la cultura parece que nos salvará a todos. Sería bueno que la tauromaquia fuera declarada Bien de Interés Cultural, y magnífico que el TC suspendiera la prohibición catalana. Pero sería mucho más esperanzador que la fiesta de los toros alcanzara el esplendor de antaño, que volvieran las tardes de gloria, que naciera de nuevo el toro bravo, fiero y noble, que surgieran héroes artistas, y que la emoción indescriptible que da sentido a esta fiesta volviera a sentirse en todo su esplendor. Y todo ello para evitar que se produzca la temible paradoja de que mientras la tauromaquia es elevada a los altares de la cultura, el espectáculo se hunda sin remisión ante el hartazgo y la indiferencia de quienes un día disfrutaron con él.
El verdadero y más grave problema de los toros es su supervivencia. De poco valdrá que sean algo más, mucho más, que un espectáculo si dejan de interesar por falta de autenticidad. Y hoy corren el serio peligro de convertirse solo en un producto cultural, inmaterial y artístico, cuidado, mimado, protegido y fomentado como reliquia de una manifestación que antaño fue protagonista indiscutible de una forma de ser de un pueblo.
Cultura y espectáculo. Ser o no ser. He ahí la cuestión.
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