FUNDACIÓN TORO DE LIDIA.
Rastreando con meticulosidad la presencia del toro-dios en las religiones de la antigua Sumeria (¿recuerdan los toros alados asirios que se exhiben en el Museo Británico?), de la India, de Egipto (el buey Apis), de Creta, del Levante, de la propia Roma (el taurobolio de la religión de Mitra, dominante en la ciudad imperial cuando emerge el cristianismo), en todas las cuales ha sido venerado por el hombre como fuente de poder y fertilidad, de una fuerza de la que el hombre ha intentado siempre apropiarse.
La corrida de toros es la versión estilizada de ese enfrentamiento secular del hombre con el toro bravo. Solos en el ruedo, el toro y el torero escenifican una lucha que se pierde en la noche de los tiempos, entre la inteligencia del ser humano y la fuerza de la Naturaleza con la que tiene que convivir.
Que sólo en España y en los países de nuestra estirpe, con la adición
del sur de Portugal y de Francia, se siga representando hoy esa lucha revestida de seda y oro y convertida en un fantástico ballet, en un arte singular por nadie igualado nunca, es algo que debería enorgullecernos, pero, claro, para eso hay que saberlo, lo que requiere una cierta cultura, que brilla por su ausencia en el antitaurinismo militante de nuestros día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario