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miércoles, 4 de mayo de 2022

Cunde el hedonismo en la Maestranza

El excesivo balance numérico de estos diez primeros festejos (cuatro puertas del Príncipe y veinticinco orejas) invitan a reflexionar sobre la deriva del criterio de la Plaza de Toros de Sevilla

 Por Jesús


Estamos a miércoles de farolillos y llevamos cuatro puertas del Príncipe y veinticinco orejas. ¿Es ésa una buena señal? Espero que leyeran la contracrónica de ayer (« devoción por los efectos especiales»), porque será ésta una continuación de aquella. En ningún caso pretendemos desmerecer lo que han realizado los toreros sobre el ruedo, pero sí reflexionar sobre esa desvirtuación que venimos advirtiendo en la identidad de esta plaza. El espectáculo de masas en el que se está convirtiendo el toreo (cuatro tardes ya con el cartel de 'No hay billetes') se rige por las pautas del triunfalismo y hedonismo. Apología de éxito y el placer como justificación de la fiesta. Un propósito populista que degrada el criterio y la categoría del gran templo del toreo.

Vaya por delante nuestra condena de cualquier improperio que se lance durante la lidia de un toro, pero el lamento de aquel aficionado de tendido de sol tenía su parte de razón: «Presidente, vas a poner esto como la plaza de Écija». Y fíjense que el presidente, con su parte de culpa, es el menos culpable de todos. Aquel hombre citó Écija como podría haber citado Olmeda de la Cuesta (Cuenca). Su mensaje había calado: triunfos más provincianos que capitalinos.Julián López 'El Juli' dio una magistral tarde de toros, pero el resultado numérico se antoja más que exagerado. Como todo lo que está ocurriendo en esta feria. El compañero y amigo Isaac Escalera lo resumía en un tuit, tras las dos orejas del primero de la tarde: «El Juli, máxima figura del toreo, ha estado más que sublime con el toro. Perfecto, natural y toreando despacio. Pero todas las faenas no son de dos orejas, por muy bien que esté un torero. Esto es el absoluto final. Qué pena. A mí me da pena la deriva absoluta que toma Sevilla». Qué habilidad para resumir con tanta exactitud, y en 280 caracteres, el naufragio de la Maestranza. El Juli había desorejado a un animal de evidente condición mansa, que se abría en los vuelos de la franela y le permitía torear como si de una becerra se tratase. Eso tiene todo el mérito del mundo, pero la carencia de emoción y peligro no pueden rubricarse con dos peludas. Ya puestos, en el cuarto, que es en el que verdaderamente se mostró pleno de capacidad y emoción, mereció cortar un rabo. Porque en Olmeda de la Cuesta lo importante no son los pinchazos, sino los triunfos: veintitrés orejas y cuatro puertas del Príncipe.

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