Seamos optimista: ya se ha quemado una de las tardes petardos que se da en toda feria que se precie; nos queda, pues, una menos de las malas. Lo peor es que ha ocurrido en un día en el que había una enorme y justificada expectación por ver de nuevo justos a Alejandro Talavante y a Roca Rey.
Y en las taquillas se había puesto el "No hay billetes": más de 24.000 desencantados Siguiendo la tradición, al ganadero le salieron todas las cosas al revés, como cada año ocurre con el dichoso azulejo al triunfador. Tarde tediosa y lenta, que pesó muchísimo superar hasta el final.
Por eso lo mejor es eso, ser optimista: ya nos hemos quitado de en medio una de las tardes malas.
Cuando bien pasadas las 10 menos cuarto de la noche se hacia balance camino de la calle de Alcalá, para no deprimirse lo mejor era cerrar la libreta, guardarla en el bolsillo y tomarse una cerveza con un amigo para hablar de la mala suerte del descenso de los dos de los equipos madrileños, el Rayo y el Getafe. Pero había que buscar un tema de conversación para desengrasar después del turre tan tremendo de la tarde de Las Ventas. Casi tres horas, nueve toros y… a silbar a la vía.
Medio broma medio en serio, hasta el ganadero se lo maliciaba por la mañana, cuando asistía a la colocación del azulejo como mejor ganadería del pasado sanisidro. Para convertirse en ley, al gafe del azulejo en Madrid solo le falta que se publique en el Boletín Oficial del Estado. Pero cumplirse, se cumple. De forma inmisericorde. ¿Y si el azulejo se pusiera un domingo de agosto? Pues, a lo mejor.
Pero cuando las cosas se tuercen, no hay quien lo arregle. Sólo queda el recurso al buen oficio de Florito. Había traído Juan Pedro Domeqc siete toros muy “guapos”, cuatro de ellos cinqueños, bien hechos, con trapío y defensas. Y al final, tan sólo se arrastraron cuatro. Pero ahí quedó todo: detrás de la fachada se escondía una carencia de fondo y varios, además, de fortaleza en las patas. Alguno como el 3º metía con buen son la cara, pero se vino abajo. En general, todos los que se lidiaron en cuanto se sentían dominados, se apagaban como una velita en medio de una tormenta. Los sobreros que completaron la corrida no mejoraron el panorama.
Por más que el público estuviera deseando asistir al desenlace de las actuaciones de Talavante y Roca Rey --después de lo ocurrido el pasado viernes--, luego con un condicionante tan imponente como el que se encerraba en los chiqueros, poco cabía pedirle a los espadas de turno. Para el aficionado, claro está, hubo detalles, incluso de mucho interés; pero en los tendidos hay mucho más personal, que con toda razón se fue impacientando conforme se acumulaban los fiascos y ya los detalles sabían a poco, o a nada.
Ni Talavante ni Roca Rey han perdido comba. El interés por verles sigue a la misma altura que antes de que saliera el primero de la tarde. Pero las ilusiones de hoy no se convirtieron en realidades, que es lo que quieren los toreros y quienes pasan por taquilla.
Salvo a la hora de matar al 4º, cuando se puso premioso con el pincho, Talavante ha vuelto a explicar su buen momento, aunque fuera en momentos aislados. Por ejemplo, lanceó como muy buen tono a su segundo, dejó dos series con la mano derecha de excelente corte, mantuvo su apuesta por la variedad en los remates… Todo eso, si los toros hubieran permitido fajarse con ellos y bajarles la mano, ahora se estaría cantando, pero no pudo ser.
A buen seguro que de Roca Rey buena parte del personal se habrá quedado con la forma tan valiente –garbosa, también-- con la que recibió a su 2º, que poco después volvería a los corrales. Recibir a un toro de salida, en los medios y con seis lances con el capote a la espalda con los pies como atornillados en la arena para rematar con una larga de rodillas. Tiene bemoles la cosa. Fue el único momento en el que la plaza la unísono se puso de pie. Pero el peruano hizo más cosas, aunque no pudieran brillar como el otro día. Sobre todo con la mano derecha, que hasta ahora viene siendo el plato fuerte, dejó muletazos con mucha cadencia, con ritmo. Y a anotar: un día ha dejado claro que el capote lo maneja mucho, bien y un fondo de reportorio amplísimo.
Si así ocurrió con quienes van de plaza en plaza, se comprende que el confirmante Posada de Maravillas solo pudiera dejar claro que estaba empeñado en conseguir mayores empresas. Pero con su nivel de oficio, pedirle otra cosa y en esta tarde, resulta contraproducente.
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