Hay que reconocer que la fulgurante eclosión del joven matador peruano ha sido el gran suceso de la temporada 2016.
Hasta tal punto que, cuando ROCA REY tuvo que causar baja en los carteles, producía dolores de cabeza a las empresas para su sustitución.
Bilbao fue un buen ejemplo de todo ello.
Después de su baja forzosa tras Málaga y Palencia, ha vuelto en los ruedos americanos, donde le espera una campaña incluso demasiado intensa, comenzada con dos platos fuertes: la feria de Acho y la monumental "México". Y cuando la ronda transatlántica culmine, en España le esperan todas las ferias.
Hace sólo una semana formó un lío en su Lima natal. Cuando se publican estas líneas ya ha hecho el paseíllo en la Monumental de México. El caso es que el joven paladín peruano ha vuelto a la palestra detentando la máxima atención del planeta de los toros.
Sigue siendo la gran novedad y, eso está claro, ocupa un sitio natural, ganado a pulso, en la primera fila. Hacía mucho, muchísimo tiempo que no surgía una figura con serias opciones a tomar el cetro del toreo.
Y Roca las tiene... No es casual que la corrida de su reaparición en el coso de Acho fuera un mano a mano con el último maestro precoz, el único al que puede compararse su imparable ascensión: El Juli. Ese vis a vis con el figurón madrileño tuvo mucho de confidencia de rey a rey. Uno que empieza a ir de vuelta; otro que ha llegado, seguramente para no moverse ya de la cima...
Festejos: 39
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Conviene rebobinar. Una de las constantes de la brevísima carrera de Andrés Roca Rey ha sido la apabullante velocidad a la que se se ha desarrollado. Ese ritmo trepidante le llevó a salir a hombros como novillero en la plaza de Las Ventas en marzo de 2015 -unos meses antes aún estaba toreando sin caballos- para, sin solución de continuidad, tomar la alternativa rodeado del máximo lujo en la vendimia nimeña del mismo año.
A partir de ahí sólo estuvo el toro: desde el intenso y triunfal invierno americano hasta el rotundo aterrizaje en las ferias de Castellón y Olivenza -cortó un rabo inapelable- que marcó el inicio de la temporada europea. En Valencia, mano a mano con Talavante, acabó con el cuadro.
El triunfo no llegó en Sevilla pero sí quedó clara su declaración de ambiciones que, después de un nuevo periplo primaveral mexicano, se acabaría disparando en su confirmación madrileña, saldada con una apoteósica salida a hombros que -de facto- le convertía en figura del toreo.
El tren se acababa de embalar definitivamente. Las impresionantes demostraciones de Andrés Roca Rey le convirtieron en una apisonadora: Granada, Sanlúcar de Barrameda, Alicante, Burgos, Pamplona, Mont de Marsan, Valencia por San Jaime, Roquetas de Mar o Santander fueron testigos de este estado de gracia fundamentado en un impávido valor. El diestro peruano apostó a todo, dobló su presencia en varias ferias y salió vencedor del envite sin guardarse ni dosificar nada. Ésa iba a ser su gloria pero, a la postre, también se convertiría en su tragedia.
La imparable racha triunfal continuó a principios de agosto en Pontevedra, Huesca... pero el barco acabó encallando en el puerto de Málaga. El carro se había parado bruscamente y se quiso volver a ponerlo en marcha en Palencia, no sabemos si de forma prematura.
En las orillas mediterráneas había recibido un fortísimo golpe que le produjo problemas de visión, lagunas de memoria, desorientación... esos fantasmas volvieron después de la tremenda voltereta de la capital castellana. No quedaba otro remedio que plegar capotes y muletas después de viajar a un centro especializado en traumatismos deportivos de Miami para analizar las secuelas de los percances.
Y hubo que parar... la temporada española se acabó en los campos góticos. Había que recuperar la salud, pero también había que parchear el alma. Andrés Roca Rey había caminado por el filo de la navaja y su baja en combate sólo era cuestión de tiempo.
Los toros, a pesar de todo, le habían respetado hasta el percance de Málaga. ¿Merece la pena atropellar la razón en cualquier circunstancia? El joven matador peruano parece haber aprendido la lección: para ser figura del toreo hay que echar la moneda al aire sin saber de que lado caerá. Pero no a cualquier precio.
Andrés ha trufado el toreo más clásico con esos modos posmodernos basados en alardes, muletazos cambiados y arriesgadas performances que, a veces, ocultan la auténtica calidad de su concepto más íntimo que será, en definitiva, el que le permitirá permanecer y perseverar en la cima del toreo más allá del efecto sorpresa o su condición de novedad.
El doble percance de Palencia y Málaga encendió todas las alarmas del toreo y sembró algunas dudas que sólo podía despejar el propio matador ¿Podría volver en plenitud? ¿Sería capaz de recuperar el altísimo nivel mostrado en la temporada de su eclosión?
La reaparición limeña invita a pensar que sí. Andrés Roca Rey aún puede crecer como torero y será capaz de sorprender.
Tiene madera de rey.
► Álvaro R. del Moral
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