Dos orejas y rabo, Puerta del Príncipe: Morante se encarama en lo más alto de la Historia con una tarde de leyenda en Sevilla
El diestro ha cortado un rabo 52 años después en Sevilla
Era de justicia. Morante de la Puebla iba tejiendo este año una feria de abril antológica. Sin embargo y de forma sorprendente iba encontrando a la vez cierta cicatería a la hora de los trofeos. Alguna oreja casi a la fuerza y cierta frialdad del mismo público que durante años lo ha tenido en los altares de sus preferencias. Por eso el rabo cortado en la Maestranza, además de histórico, es de justicia. No es fácil, a la hora de una crónica sobre lo que vimos en el ruedo sevillano, retratar exactamente la dimensión del toreo que inmortalizó aquí José Antonio Morante de la Puebla
Con el primero de la tarde Morante ya había lanceado a la verónica con una cadencia y una hondura inmensas, antológicas. Y solo una tanda de derechazos muy relajados pudo sacar en limpio de un toro que se apagó muy pronto. Pero Morante estaba viviendo la tarde de su vida y un quite por chicuelinas de cartel y una media para recordar en el primer toro de Juan Ortega nos confirmaba las sensaciones que ya toda la plaza iba viviendo, como si se esperara algo muy grande. Grande no, histórico lo que vivimos en el cuarto toro.
Con el capote unas tafalleras larguísimas, una preciosa larga cordobesa, la auténtica, y después de dos soberbias medias verónicas de Urdiales en su quite no quiso Morante dejar de dar la réplica y lo hizo en unas gaoneras antológicas. Era solo el aperitivo del gran banquete del toreo de muleta que llegaría a continuación. Inenarrables los naturales en los que citar, templar y mandar nunca fueron tan de verdad. Trazo largo, muleta tersa, hondura sublime en cada muletazo trayendo al toro literalmente cosido en el engaño. Todo muy de verdad, cargando la suerte y redimiéndonos de tanto muletazo mentiroso que impera en este tiempo. Y no faltaría en este banquete el toreo sobre la mano derecha igualmente antológico que puso la Maestranza en pié. Naturales a pié junto sublimes para cerrar esta cumbre de la tauromaquia y ratificarla con una gran estocada. Sevilla enloquecía con Morante y llegaban los máximos trofeos, esas dos orejas ¡ y un rabo !. Por supuesto salida por la Puerta del Príncipe. Si, Morante de la Puebla por los siglos de los siglos.
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